Hay clásicos de la literatura que envejecen con más lustre que otros. No tiene nada que ver con el "revisionismo" de moda, sino con la relación personal que generamos con una obra que en su día consideramos iniciática. Los riesgos de la relectura a una edad adulta son interminables. De pronto, parece que está peor escrita, que sus héroes y heroínas son insoportables y que la moraleja que una vez fue un mantra ahora es moralina barata y caduca. ¿Reduce eso su estatus de clásico? Probablemente no.
Algunas veces la incompatibilidad es tal que se opta por alterarlas en ediciones posteriores o en adaptaciones al cine, teatro o televisión.