En la vía principal de Amizmiz, varios hombres, mujeres y niños hacen cola en el borde de una de las aceras. Algunos esperan de pie y otros, sentados sobre sus maletas de rafia. Y no desesperan. Muchos ya no tienen nada más que perder y han improvisado una parada de taxis y coches privados que los llevarán a otras zonas del país.
A escasos metros, un camión azulado repleto de provisiones con mantas, garrafas de agua y alimentos aparca frente a una de las entradas cardinales de la ciudad.