La hegemonía del imperio de la casa del ratón en la industria audiovisual norteamericana está hoy fuera de toda duda. El año pasado, cuando aún íbamos al cine sin aforo limitado y sin respetar las distancias de seguridad, cuando llenábamos salas —cada vez menos, para qué engañarnos—, una de cada tres personas que acudió al cine lo hizo para ver una película de Disney. Suyas fueron siete de las diez películas más taquilleras del ejercicio anual.
Que en 2019 se estrenasen las entregas definitivas —por ahora— de dos de sus activos financieron más lustrosos, Vengadores: Endgame y Star Wars: el ascenso de Skywalker, facilitó las cosas.