El agente de Fats Domino lo daba ya por perdido. El pianista, muy cabezota él, había decidido quedarse en su casa ante el aviso de la catástrofe. Así que, cuando llegaron las inundaciones, se subió al tejado y allí esperó a que llegase una lancha para recogerlo con todos sus kilos de carne magra y negra, y sus casi ochenta tacos
Sam Shepard era uno de esos tipos que cuando sonríen lo hacen de lado, mostrando las astillas del fracaso en su gesto. Alrededor de su cabeza flotaba el sueño de una mujer y también una escalera de color con los naipes marcados a fuego.