Diez meses después del arranque de un proceso de movilización ciudadana que hizo visible el hartazgo de buena parte de los 41 millones de argelinos con un sistema de poder no solo anacrónico sino también corrupto y antidemocrático, Argelia ha llegado a unas elecciones presidenciales que se pueden ver cómo el punto en el que se han cruzado dos caminos divergentes. Así, la victoria del ex primer ministro Abdelmadjid Tebboune, con el 58,15% de los votos, será vista por unos como la confirmación de su visión lampedusiana, mientras que para otros solo quedará como un intento fracasado de parar las ansias de cambio de la ciudadanía.