Si alguien hubiera dicho en Bruselas hace tres años que a la Unión Europea le aliviaría que Boris Johnson fuera primer ministro del Reino Unido, le habrían tomado por un necio. Pero el Brexit ha demostrado que cosas que parecían asentadas pueden cambiar en poco tiempo: la estabilidad política del Reino Unido ha sido arrasada por el caos del Brexit; los miembros de la UE, divididos por casi todo, han hecho piña en las negociaciones con Londres.
En lugar de ver con miedo la victoria de un populista euroescéptico como Johnson, hoy Bruselas casi agradece el mandato de las urnas: una victoria tan clara de los conservadores permite avanzar en un proceso de salida que ya va camino de cumplir cuatro años y que se estaba estancando, entorpeciendo la actividad de la Unión y abriendo grietas entre sus miembros.
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