Rashid Ganih, un filipino de 51 años, se levanta cada día al amanecer, se monta en el bote amarrado en la puerta de su casa y sale a pescar o cultivar algas entre los manglares de Simariki, hogar durante cuatro siglos de la tribu musulmana sama-bangingi en el sur de Filipinas.
"Escuchamos disparos a las cuatro de la madrugada. Salimos y esta zona estaba llena de combatientes del FMLN. Tuvimos que huir de nuestras casas y tardamos 18 meses en volver", rememora Ganih, líder de la comunidad, sobre la madrugada del 9 de septiembre de 2013, cuando comenzó el Sitio de Zamboanga, próspera y multiétnica ciudad a la que pertenece Simariki, en la convulsa región de Mindanao Musulmán.
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