Darío Fo opinaba que "una expresión artística que no hable de su propio tiempo no tiene relevancia" y que, si se quiere contribuir a que otros sean capaces de "contar su propia historia», no basta con enseñar un método o estilo; se debe empezar «por lo que está ocurriendo a nuestro alrededor"
En su discurso de aceptación del premio Nobel (1997), Darío Fo contó varias historias dignas de recordarse. La primera, el cuento de la Roca de Caldé, sobre un pueblo encaramado en una peña que se iba deslizando hacia un lago sin que sus habitantes prestaran oídos a quienes les advertían del peligro; la segunda, una anécdota real, la de un actor que les pidió a Franca Rame y a él que compartieran sus conocimientos con los jóvenes, cosa que decidieron hacer de inmediato; la tercera, ya se verá.