Fernando Guallar llama la atención. Tiene porte de estrella del cine clásico. Una pose que en otro tipo de actor, esos altivos y chuletas, impondría y hasta daría miedo. Pero cuando él habla uno descubre a una persona amable y dulce. Un hombre que no tiene miedo a reivindicar lo frágil y lo sensible. Tampoco a posicionarse en temas como el alto el fuego en Gaza. Iba para arquitecto, y en algún momento algo hizo clic y dejó la escuadra y el cartabón para ponerse delante de una cámara.
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