La corrupción, un flagelo arraigado en Honduras desde hace más de un siglo, sigue siendo una de las principales preocupaciones, junto con el desempleo y la pobreza que afectan a más del 60 % de los 9,3 millones de hondureños.
Pero la lacra de la corrupción, que le ha robado cientos de millones de lempiras (moneda nacional) a los hondureños, pareciera que nunca será desterrada por que los corruptos buscan las una y mil trampas legales para seguir en la inmunidad e impunidad.
Cuando en enero de 2016 el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, y el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, firmaron el convenio de creación de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH), que depende del ente hemisférico, muchos creyeron que al fin habría alguien que frenara sustancialmente a los corruptos.
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