Polonia y Hungría están en el punto de mira del resto de la UE desde hace tiempo. Los gobiernos de la ultraderecha han llevado a esos países a situaciones límite, como la amenaza a los derechos de las mujeres o de las personas LGTBI, que han provocado la contestación del resto de aliados europeos, especialmente de la Eurocámara, que es la institución más dura. Ahora, a las puertas de que Viktor Orbán asuma la presidencia rotatoria en 2024, el Parlamento Europeo cuestiona que pueda asumir esa función de forma “creíble” y pide al Consejo “una solución” mientras que la Comisión Europea lanza una advertencia a Polonia por la ley con la que teme que persiga a la oposición.