"Vengo aquí en defensa de la dignidad humana". Con apenas unas frases, el escritor austriaco Peter Handke cavó su propia tumba al lado de la del expresidente serbio Slobodan Milosevic en 2006. Las palabras que pronunció en el funeral del hombre apodado como "carnicero de los Balcanes" le salieron caras entonces y reaparecen ahora, con parte de la opinión pública clamando al cielo tras haberse alzado con el último premio Nobel de Literatura.
Si la Academia sueca quería huir de la polémica tras el escándalo sexual que obligó a suspender el fallo el año pasado, no lo ha conseguido. Da igual que Olga Tokarczuk se haya convertido en la decimoquinta mujer en conseguir el desequilibrado galardón, porque el morbo alrededor de Handke ha eclipsado los escasos titulares dedicados a la escritora polaca.