Las grandes revoluciones industriales se han cimentado sobre ingentes recursos estatales. Por mucho que la jerga neoliberal se encargue de revestir estas políticas de un tinte proteccionista y, por ende, de catalogarlas como contrarias a su principio de la libre circulación de mercancías, servicios y capitales. La marea de ayudas desplegada por potencias industrializadas y emergentes para reactivar sus industrias y la amenaza de fragmentación de la globalización ha vuelto a agitar un mar de críticas hacia una articulación keynesiana de la economía.