Eva rondaba la treintena cuando se quedó en el paro, después de que uno de los proyectos de incidencia política en temas de género en el que trabajaba terminase. Ella había estudiado trabajo social. "Es muy vocacional, pero también muy precario", admite. Entonces decidió explorar un camino que nunca había sido una opción: el de la oposición. Alfonso, sin embargo, tenía unas buenas condiciones salariales en una multinacional pero se sentía estancado. "Solo me ofrecían irme fuera de España", cuenta. Con dos niños de cuatro y un año, no era una posibilidad plausible, así que optó por una excedencia por cuidados, que compagina con el estudio para lograr una plaza en el cuerpo de ingenieros del Estado.