Llovizna en el monte y comienza a refrescar. Cuatro personas duermen en una tienda de campaña para dos, y otras seis lo hacen en un diminuto habitáculo techado. Los primeros buscan una manta para evitar que el agua se cuele. Muchos se quejan, protestan por las condiciones. Cunde la indignación y elevan el tono. Safi, sin embargo, no.
"Nunca volveré a Somalia -asegura-. Esto es mejor que estar allí. Si puedo pasar aquí diez años, estaré bien. No quiero volver a escuchar el sonido de las balas y de los coches bomba. Quiero vivir".
UN CÓCTEL EXPLOSIVO
Sólo lleva unos días en suelo griego, pero sus ojos ya han visto lo que hay: verjas, alambradas, bolsas de basura amontonadas, peleas diarias, agresiones sexuales, intentos de suicidio y colas de tres horas para recibir un plato de comida.