Al joven Emerson Lajoie le avergüenza ir a casa de su madre. A sus 14 años está curtido por los insultos que sus vecinos le lanzan por ser uno de los hijos que abandonaron los soldados de la misión de la ONU en Haití, la Minustah. Pero su corazón no es de piedra.
"Dicen que mi madre era una prostituta. Eso es lo que estoy acostumbrado a oír", resume sin que la crudeza de su relato le borre la sonrisa.
Las ofensas y las vejaciones hacen mella. Algunos días se enfurece, algunas noches le impiden conciliar el sueño. Lo que más le duele, lo que le da ganas de llorar, es oír a sus amigos hablando del papel que tienen sus padres en sus vidas.