Kurt Cobain fue un maldito con recursos que cambiaba poco de ropa; un chico atormentado por el peso de su propio éxito que acabaría pegándose un tiro en la cabeza. Nadie esperaba menos del icono de una generación que se planteaba la existencia como una putada, enfadándose a golpes con los cajeros automáticos porque no le daban más que 1000 dólares diarios. Es lo que hay.
Su mujer, Courtney Love, aplaudía sus rabietas. Mucha culpa del peso de su éxito se debió a ella aunque de ello se hable poco y Courtney Love aparezca como personaje secundario.