A veces es bueno salirse de uno mismo para verse desde fuera y conseguir conocerse mejor. Para ello, contrariamente a lo que ocurre con el propósito de refugio de la nostalgia, más que transportarse al pasado funciona mejor hacerlo hacia el futuro. Eso ha hecho Luis López Carrasco (Murcia, 1981) en El desierto blanco (Anagrama). La novela, ganadora del último Premio Herralde, propone una reconstrucción del primer cuarto de nuestro siglo, poniendo el foco en la generación a la que le coincidió el momento de meter la cabeza en el mundo laboral, adulto, con la crisis financiera de hace 15 años.